Esta historia relata un evento extraordinario que ocurrió poco después de mi nacimiento, redescubierto gracias al relato de una amiga de la infancia. Un día, mientras nuestras madres conversaban, la hija de mi amiga entró en mi habitación, donde vio una gran luz y descubrió la presencia de Hermanos Cósmicos que me acariciaban. Cuando la niña contó lo sucedido, los adultos no le creyeron, haciéndole pensar que era solo producto de su imaginación.

Años después, tuve una visión clara de ese episodio, que confirmaba las palabras de mi amiga. Al contactarla, emergieron detalles que coincidían: los Hermanos Cósmicos eran altos, luminosos y llevaban capas, y le dijeron que yo era especial. Un mes después, mi amiga me reveló un detalle adicional, describiendo un Ser Cósmico Femenino que flotaba junto a mí, dándome un sentido de protección y pertenencia a algo más grande.

En conclusión, esta historia no es solo un recuerdo de la infancia, sino un testimonio de la profunda conexión con los Hermanos Cósmicos, subrayando que incluso en los momentos más ordinarios pueden manifestarse experiencias extraordinarias y que nunca estamos solos.